viernes, 23 de marzo de 2012

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            CAPITULO 1
"¿Cuál es mi historia? Pues la verdad es que no lo sé. Desperté un día de primavera en la camilla de un hospital. Era como si hubiera despertado de una pesadilla, de un  largo sueño. 
Sin saber quién era, por qué estaba allí y qué me había pasado. Era extraño; parecía que no había nadie esperándome, como si no tuviera a nadie y no me quisiesen, pero cuál sería la causa, qué había hecho. Tenía tantas preguntas que necesitaban respuesta.
Esperé a ver si venía  alguien pero pasaron segundos, minutos y horas y no aparecía nadie. Decidí levantarme para obtener respuestas. Fue difícil incorporarme porque mis piernas estaban dormidas, pero lo logré. 
Me dirigí lentamente hacia la puerta. La abrí  y vi  que no había nadie en el pasillo. Estaba totalmente vacío, era desolador. Parecía que estaba solo. Tenía que salir de allí como fuera.
Anduve y anduve sin encontrar salida. Era como si los pasillos de este hospital nunca se acabaran, de repente escuché un ruido que procedía de aquella puerta que estaba al girar el pasillo. Pero no sabía si lo que sentía  era miedo o alegría por saber que no estaba solo. Decidí ir a aquella habitación. Cuando llegué  a la puerta puse mi mano sobre el pomo y empecé a temblar. ¿Qué encontraría detrás de aquella puerta?


Abrí poco a poco la puerta. Al estar abierta completamente  vi una chica que parecía rondar los dieciocho años. Intenté acercarme  a ella, pero en ese mismo instante mi cabeza empezó a inundarse de recuerdos en los cuales aparecía aquella chica que estaba sentada en la silla. Para mí no tenían sentido porque yo no sabía quién  era ella. De repente me vi rodeado de la penumbra hasta caer al suelo y perder el conocimiento.
Volví a despertar en la habitación del hospital y junto a mi había alguien, era un chico parecía tener diecinueve años. Su mirada era  extraña. Me miró por un instante, luego se giró y comenzó a llamar a los doctores para decirles que ya había despertado. Después  se acercó  a mi oído y me susurro:
-Has dormido durante un largo tiempo.
Pero no tenía ni idea de quién era él. Sabía que el único que podía responder mis preguntas era este desconocido. En ese mismo instante entró el doctor por la puerta y empezó a examinarme.
-Tal vez algunas veces se quede inconsciente o no sepa donde está, pero por lo demás está bien -hablando a mi acompañante.
Cuando acabó de hablar, se fue y me quedé de nuevo a solas con él. Intenté decir algo, sin embargo no me salían las palabras.
Mis ojos se cerraron lentamente y volví a mi sueño profundo."



                
 CAPITULO 2
Desperté en el suelo de la habitación donde  vi a esa chica, aunque allí,  ya no había nadie. ¿Qué era exactamente lo que pasaba? ¿Esto era un sueño o era real?
Empecé a mirar a mí alrededor para ver si había algo que me explicase lo que pasaba o saber quién era ella. Allí no había nada excepto una foto en la aparecíamos  la chica, mi acompañante del hospital y yo, que era lo que me vinculaba a esa chica, de qué la conocía. Todo para mí  era tan extraño a causa de que no sabía lo que ocurría.
 Paralizado ante aquel mortal presentimiento de que alguien me observaba desde la pared, tardé unos segundos en darme cuenta que no estaba solo.
El eco de unos pasos rompió el silencio que reinaba en la habitación. Me volví, esperando verla, pero una única figura se acercaba  lentamente desde el pasillo de recepción.
No necesitaba verlo de cerca para saber quién era.
Avanzaba con una cadencia rítmica, como si cada paso fuera un grano de arena del reloj que marcaba mi final.
La sombra del cazador se acercaba en silencio. No parecía tener prisa. Su silueta era cada vez más nítida. Vi que llevaba algo en la mano.
Mire hacia un lado y hacia otro para ver si había alguna puerta cercana por la que escaparme, solo había una ventana  que  el paso del tiempo había oxidado el seguro y no podía moverla.
Tragué saliva y retrocedí  agarrotado hasta la pared, sin perder de vista al hombre que avanzaba inexorablemente hacia mí. Mis pies vacilaban por el temblor que se había adueñado de mi cuerpo. Miré en todas direcciones, buscando una posibilidad de escape. Pero la única posibilidad era la puerta.
Preso de un ataque de pánico, intenté romper el grueso cristal con el codo, pero solo logré provocar una escalofriante carcajada de aquel hombre.
-No te esfuerces, Jacob -dijo aquella voz que conocía a la perfección-. No lograrás salir de aquí.
A escasa distancia se alzaba ante mí el hombre que había poblado durante tanto tiempo mis peores pesadillas durante mi estado en coma. El mismo que había estado a mi lado en el hospital. Pude distinguir sus ojos hundidos, su pelo negro y su mandíbula, esta vez sin máscara ni disfraz.
Empuñaba un cuchillo.
Sentí que mi cuerpo flaqueaba. Me faltaba el aliento. Desvié la mirada de aquel rostro odioso y apreté los puños para tratar de recuperar el control sobre mí mismo.
Su voz sonó tranquila:
-Relájate, amiguito. Ahora viene lo más divertido. ¡Sería una lástima perderse la fiesta! ¿No lo crees?
Tenía unas ganas de salir de allí. Tensé la mandíbula y fijé mis ojos en él. Pese a que había cambiado el tono, no podía bajar la guardia.
-Llevo tanto tiempo esperando este momento... -dijo alargando las palabras.
- ¿Y a qué se debe? -pregunté con frialdad.
- Ya deberías saberlo-dijo clavando sus oscuros ojos en mí- pero se nota que no te acuerdas de nada.
Sin comprender qué querían decir sus últimas palabras, dejé que siguiera hablando mientras mis ojos no perdían de vista el cuchillo que apuntaba al suelo.
-En fin, todo a su tiempo, amiguito, todo a su tiempo. Primero, deja que te cuente una historia. Retrocedamos  tres años...   ¿Por dónde empezar? ¿Qué te parece si te hablo de la chica de la foto?
-¿Que la has hecho? -grité perdiendo los estribos.
Levantó el cuchillo hacia mí. Por un instante pensé que iba a ejecutarme. Para mi asombro, solo se inclinó hacia mí y puso el frío metal del cuchillo contra mis labios para que callara.
-No me interrumpas. -Me atravesó con su mirada penetrante- no te preocupes no la pasara nada.
Su cara estaba tan cerca de mí que podía sentir su respiración contra mis mejillas. Antes de que pudiera quejarme, sacó de su bolsillo una carta y me la tendió.
La cogí y cuando la abrí había una fotografía en la que aparecia la chica sentada en una silla atada. La confusión empezó a desvanecerse como la niebla para dejar paso a una realidad más terrible de lo que hubiese podido imaginar jamás. 

  Continuará...